El ilustrador francés Jean-Marc Côté y otros artistas crearon, en 1899, para la Gran Exposición de París, una serie de postales tituladas «Visiones del año 2000» con el objetivo de mostrar cómo imaginaban los artistas de la Francia de principios de siglo XX, lo que sería la vida en el año 2000. Una de las postales, «En la escuela», suponemos que la idea principal que el autor quería transmitir era la mecanización y automatización del aprendizaje mediante la tecnología. El autor imaginó una educación donde las máquinas podrían transferir conocimientos directamente a los cerebros de los estudiantes a través de dispositivos conectados a sus cabezas, mientras el profesor simplemente supervisaba y operaba el equipo. Esta ilustración reflejaba varias ideas características de la visión del futuro a principios del siglo XX: la fascinación por el potencial de la tecnología para transformar radicalmente aspectos fundamentales de la vida cotidiana, incluida la educación; la creencia en que la mecanización y automatización serían el camino hacia el progreso y la eficiencia en todos los ámbitos sociales; o, la persistencia de ciertas estructuras tradicionales (en este caso, el aula y la figura del profesor) combinadas con elementos futuristas (la máquina de aprendizaje). Es interesante notar que, aunque exagerada, esta visión anticipó de alguna manera el uso de la tecnología en la educación moderna, donde los dispositivos digitales y el aprendizaje asistido por computadora se han vuelto fundamentales, aunque no de la forma literal que los autores de las postales imaginaron.
Ahora bien, el balance de los primeros 25 años de la educación en la era digital presentan un panorama de luces y sombras, de acuerdo con el «Informe de seguimiento de la educación en el mundo, 2023: tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?», de la Unesco. El acceso a internet ha aumentado significativamente, pasando de un 16 % en 2005 a un 66 % en 2022, con aproximadamente la mitad de las escuelas de secundaria básica conectadas mundialmente. Esta expansión ha transformado los modelos pedagógicos, evolucionando desde enfoques meramente instrumentales hacia metodologías que fomentan el pensamiento crítico y la resolución de problemas . Los recursos educativos digitales han madurado considerablemente, convirtiendo simples repositorios en plataformas comunitarias con formación docente integrada. Sin embargo, persisten desafíos importantes: un tercio de los jóvenes carece de habilidades digitales básicas, un cuarto de los hogares de bajos ingresos no tiene acceso a computadoras ni internet, y solo el 65 % de las escuelas cuenta con docentes adecuadamente capacitados para integrar la tecnología. La evidencia sobre el impacto educativo de la tecnología sigue siendo mixta, con un uso limitado incluso en países desarrollados, donde apenas el 10 % de estudiantes utiliza dispositivos digitales regularmente en materias clave. La pandemia aceleró tendencias como el aprendizaje híbrido y la personalización mediante software adaptativo, mientras la inteligencia artificial emerge como la próxima frontera educativa. El futuro apunta hacia modelos más integrados y personalizados, aunque la equidad en el acceso y el desarrollo de competencias críticas seguirán siendo retos fundamentales para que la promesa de la educación digital se cumpla verdaderamente para todos.
Con la ayuda de Kaira, mi asistente IA, nos hemos propuesto explorar el futuro de la educación en el contexto de la IA, buscando respuestas a las siguientes cuestiones:
¿Cómo podría la inteligencia artificial transformar radicalmente la educación en un futuro «tecno-optimista»?
¿Cuáles son los principales riesgos o inquietudes que surgen al centrar la educación en la inteligencia artificial, según las corrientes pedagógicas críticas?
¿Cómo contrasta la visión crítica con la idea tecno-optimista respecto al rol del estudiante en un futuro con IA?
¿Qué papel debería tener la inteligencia artificial en la educación según un modelo que integra las críticas pedagógicas?
¿Cómo afectaría la integración de la IA al rol del docente en el modelo propuesto por el texto?
¿De qué manera la IA podría abordar o exacerbar las desigualdades sociales y educativas, según las corrientes críticas?
¿Cómo se relacionan las preocupaciones sobre la individualización excesiva asistida por IA con los enfoques socioculturales del aprendizaje?
¿Cuál es la propuesta central del texto para integrar la inteligencia artificial en la educación de manera beneficiosa, considerando las perspectivas críticas?
Somos conscientes de que no tenemos respuestas certeras a las cuestiones planteadas, pero sí que podemos ir perfilando algunas respuestas, aunque sea con brocha gorda. Por tanto, presentamos, inicialmente, una visión tecno-optimista donde la IA transforma radicalmente el aprendizaje a través de la hiperpersonalización, la tutoría inteligente y la redefinición del rol docente hacia la facilitación y el fomento de habilidades humanas. Sin embargo, contrastamos esta visión con una mirada crítica fundamentada en diversas corrientes pedagógicas (construccionismo, pedagogía crítica, crítica tecnológica, humanismo, pensamiento complejo, DUA, enfoques socioculturales), advirtiendo sobre riesgos como la pérdida de agencia estudiantil, la amplificación de sesgos, la devaluación de aspectos humanísticos y éticos, y el debilitamiento del aprendizaje social y crítico. Como síntesis, proponemos un modelo alternativo donde la IA se integra como una herramienta potente al servicio de objetivos educativos humanistas, críticos e inclusivos, potenciando las capacidades del estudiante y el papel central del docente en lugar de reemplazarlos. El objetivo es lograr una simbiosis reflexiva entre humanos y tecnología que propicie el desarrollo integral y la equidad.
Comencemos realizando un ejercicio de tecno-positivismo que nos invite a imaginar un futuro entorno escolar donde la IA podría constituir el núcleo mismo de la experiencia educativa, transformando radicalmente cómo aprenden los estudiantes y cómo enseñan los educadores. Un futuro donde cada alumno seguiría un camino de aprendizaje hiperpersonalizado, diseñado y ajustado continuamente por sistemas de IA que analizarían en tiempo real su progreso individual, sus estilos de aprendizaje preferidos, sus intereses particulares y las áreas donde encuentran dificultades. Esta adaptación constante permitiría a la IA proporcionar recursos específicos, ya sean simulaciones interactivas, lecturas graduadas o desafíos avanzados, asegurando que cada estudiante reciba el apoyo necesario o el estímulo adecuado en cada materia. Complementando esta personalización, los estudiantes tendrían acceso permanente a tutores y asistentes de IA. Estas herramientas inteligentes podrían resolver dudas al instante, explicar conceptos complejos mediante diversas metodologías, ofrecer retroalimentación inmediata sobre el trabajo realizado y guiarles a través de procesos de investigación o desarrollo de proyectos, adaptándose siempre al nivel de comprensión del alumno y estando disponibles en cualquier momento.
Frente a esta omnipresencia tecnológica, el rol del profesorado humano debería evolucionar significativamente. Los maestros pasarían de ser principalmente transmisores de conocimiento a convertirse en facilitadores del aprendizaje, mentores y guías cruciales para el desarrollo emocional y ético. Su enfoque se desplazaría hacia el fomento de habilidades intrínsecamente humanas que la IA no puede replicar fácilmente: el pensamiento crítico profundo, la creatividad original, la colaboración efectiva, la resolución de problemas ambiguos, la empatía y la navegación por los dilemas éticos de la tecnología. Serían ellos quienes organizarían debates significativos, supervisarían proyectos colaborativos complejos, ayudarían a los estudiantes a interpretar críticamente la información generada por la IA y, fundamentalmente, cultivarían la inteligencia social y emocional, enseñando a los jóvenes a «aprender a aprender» en simbiosis con la tecnología.
El propio currículum reflejaría esta nueva realidad. Las asignaturas tradicionales como lengua, matemáticas o ciencias se impartirían utilizando herramientas potenciadas por IA, como simulaciones inmersivas que permitirían viajar virtualmente a través de la historia o realizar experimentos científicos sin riesgos físicos. Al mismo tiempo, emergerían y cobrarían gran importancia nuevas áreas de estudio: la alfabetización en IA, para comprender cómo funcionan los algoritmos y sus posibles sesgos; la ética digital, para debatir sobre privacidad y uso responsable; nociones básicas de ciencia de datos aplicables a la vida cotidiana, y estrategias para la colaboración eficaz entre humanos y sistemas de inteligencia artificial.
La evaluación también sufriría una transformación profunda, abandonando la dependencia de exámenes puntuales. La IA permitiría un seguimiento continuo y multidimensional del progreso del estudiante, analizando una amplia gama de interacciones y producciones, desde la resolución de ejercicios hasta la calidad de sus contribuciones en proyectos o debates. Esta evaluación constante ofrecería una visión más holística de las competencias del alumno, proporcionando retroalimentación formativa útil tanto para el estudiante como para los educadores y las familias. Los espacios físicos de aprendizaje se volverían más flexibles y adaptables, integrándose de manera fluida con entornos virtuales inmersivos creados mediante realidad aumentada o virtual, siempre gestionados y enriquecidos por la IA para crear experiencias de aprendizaje más profundas y atractivas. La colaboración trascendería las paredes del aula, conectando a estudiantes de diferentes lugares en proyectos conjuntos, con la IA facilitando la comunicación y la organización.
No obstante, esta visión de una educación centrada en la IA no estaría exenta de desafíos importantes que ya están presentes en nuestras sociedades digitalizadas. Sería crucial abordar la brecha digital para garantizar la equidad en el acceso; establecer protocolos robustos para la privacidad y seguridad de los ingentes datos estudiantiles generados; vigilar y mitigar activamente los sesgos algorítmicos para no perpetuar desigualdades; encontrar un equilibrio saludable para evitar una dependencia excesiva de la tecnología que pudiera mermar ciertas habilidades cognitivas o sociales, y, sobre todo, asegurar que la interacción humana significativa siga siendo un pilar fundamental para el desarrollo integral y el bienestar socioemocional de los estudiantes. La implementación exitosa de este modelo requeriría, por tanto, una planificación cuidadosa y un enfoque constante en los valores humanos dentro de un ecosistema tecnológico avanzado.
Este escenario hipotético logra un balance entre el entusiasmo por las posibilidades de la IA en educación y el reconocimiento de los retos éticos, sociales y pedagógicos que estas tecnologías plantean, aunque claramente se inclina hacia una visión favorable de esta transformación tecnológica que podría estar en la línea de pensamiento de una serie profesores, científicos e ingenieros sobre el potencial transformador de la tecnología en la educación, enfatizando la personalización, el aprendizaje activo, la colaboración y el cambio en el rol docente, tal como hemos ido planteando en el texto. Entre ellos, podríamos citar a Seymour Papert, hasta cierto punto considerado, por su trayectoria, en un pionero fundamental del tecno-optimismo educativo, ya que como fundador del Instituto de Inteligencia Artificial en el MIT y desarrollador del construccionismo, Papert creía firmemente en el potencial de la tecnología para transformar la educación. Su visión sobre «la programación en el ámbito de la tecnología en la educación» como herramienta para que los niños desarrollen su propia manera de pensar y aprender se podría alinear, en una primera aproximación, perfectamente con nuestra visión hasta ahora. También, tendríamos a Mitchel Resnick, estrecho colaborador de Papert y que como, «LEGO Papert Professor of Learning Research» en el MIT Media Lab, Resnick desarrolló «nuevas tecnologías y actividades para involucrar a las personas (particularmente niños) en experiencias de aprendizaje creativo». Su enfoque del «aprendizaje mediante la experiencia» y su trabajo en «Scratch», un motor de videojuegos que permite el desarrollo de habilidades mentales mediante el aprendizaje de la programación sin tener conocimientos profundos sobre el código, promoviendo el ciclo de «imaginar, crear, jugar, compartir y reflexionar» encaja perfectamente con el enfoque del texto sobre personalización y rol transformado del docente. Otro pensador a considerar podría ser la de George Siemens, un teórico de la enseñanza en la era digital creador del conectivismo. Siemens define su teoría educativa destacando que «el conocimiento se hace red y se conecta» y que «cuando estamos aprendiendo, estamos formando conexiones» a nivel neuronal, conceptual y físico/externo (con la tecnología). Su visión de la educación interconectada se alinea con la descripción de entornos de aprendizaje colaborativos potenciados por IA que hemos perfilado hasta el momento. Marc Prensky, un prestigioso escritor y conferenciante sobre educación estadounidense, conocido como el inventor y divulgador de los términos «nativo digital» e «inmigrante digital» y que aboga por «transformar el currículo para orientar la educación hacia el futuro» reconociendo que «los estudiantes de nuestras aulas son diferentes, quieren usar las herramientas tecnológicas de su tiempo». Su argumentación sobre la necesidad de adaptarnos a la realidad digital de los estudiantes refleja el enfoque adaptativo propuesto en nuestro texto. Así mismo, podríamos recurrir a Sugata Mitra, profesor y científico, conocido por su experimento «Hole in the Wall» (El agujero en la pared) —experimento que procuraba probar que los niños podrían aprender de las computadoras con mucha facilidad, sin ningún entrenamiento formal— además por desarrollar el concepto de «Entornos de Aprendizaje Auto-Organizados», donde la tecnología facilita el aprendizaje con mínima intervención docente. De forma similar, Roger Schank, considerado como uno de los principales investigadores del mundo en IA y pionero en la teoría de la dependencia conceptual —en el contexto de la comprensión del lenguaje natural y el razonamiento basado en casos, ambos cuestionando las perspectivas cognitivistas de la memoria y el razonamiento—, con su tesis de que la evaluación mata el aprendizaje y que es urgente llevar a cabo una profunda transformación en las escuelas, que aliente al estudiante a conseguir logros según sus intereses promoviendo un enfoque de aprendizaje basado en «hacer» utilizando simulaciones y entornos digitales. Otros autores a los que podríamos recurrir para dar solidez argumentativa al modelo educativo planteado podrían ser Ken Robinson, asesor británico internacional sobre educación, aunque no centrado específicamente en tecnología, su defensa de la creatividad y su crítica al sistema educativo tradicional se podría alinear con la visión transformadora que hemos planteado; Salman Khan, ingeniero informático y el fundador de Khan Academy, ha defendido el uso de la tecnología para personalizar el aprendizaje y permitir que los estudiantes avancen a su propio ritmo; o Punya Mishra y Matthew Koehler, creadores del marco TPACK, sigla que corresponde en inglés al concepto Technological Pedagogical Content Knowledge (Conocimiento Técnico Pedagógico del Contenido), un modelo educativo que describe las intersecciones entre la tecnología, la pedagogía y el contenido para la integración efectiva de la tecnología en la enseñanza. Lo único que queremos señalar es que, con los argumentos de los autores que hemos mencionado y otros que hemos omitido, tenemos a nuestra disposición los mimbres necesarios para armar y justificar este modelo tecno-positivista donde la IA podría erigirse en el núcleo de la experiencia educativa.
Sin embargo, al examinar una hipotética visión de un futuro educativo centrado en la IA, con la lupa de un espectro amplio de corrientes pedagógicas críticas, se revela una compleja trama de aparentes avances y profundas inquietudes. Si bien la redefinición del profesorado hacia un rol facilitador y el énfasis en la evaluación formativa pueden parecer progresistas, una reflexión detenida, considerando el construccionismo de Papert, la pedagogía crítica (Freire, Giroux), la crítica tecnológica y cultural (Postman), el humanismo, las teorías del pensamiento crítico y complejo, el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) y los enfoques socioculturales, desvela tensiones fundamentales y riesgos significativos que deben ser contemplados en la incorporación de la IA en los procesos educativos.
Aunque Papert, puede aparecer como uno de los puntales de la visión tecno-positivista del papel de la IA en el ecosistema educativo, desde su óptica construccionista, la principal disonancia radica en la agencia del estudiante. Mientras Papert exaltaba el «aprendizaje mediante la construcción», donde el alumno es arquitecto de su conocimiento usando la tecnología como material, la visión propuesta otorga a la IA el rol central de diseñar y optimizar un «camino hiperpersonalizado». Esta dinámica amenaza con invertir la máxima papertiana —que el niño programe a la computadora, no al revés—, confinando al estudiante a un rol de receptor pasivo. La concepción de la IA como tutora omnipresente que allana dificultades podría, además, socavar el valioso proceso de «depuración» y la «diversión difícil o dura», cruciales para un aprendizaje profundo. Ampliando la crítica desde la pedagogía crítica, surgen preocupaciones sobre la equidad y el poder. Los algoritmos de IA corren un riesgo inherente de perpetuar y amplificar sesgos sociales preexistentes, reforzando desigualdades estructurales bajo un barniz de objetividad tecnológica. En lugar de fomentar la «concienciación» freireana —la capacidad de leer críticamente el mundo para transformarlo—, un sistema centrado en la adaptación individual podría inducir una pasividad consumista y ocultar las relaciones de poder embebidas en la tecnología. La centralidad del diálogo humano auténtico, piedra angular en Freire, también se ve amenazada.
La perspectiva de la crítica tecnológica y cultural (Postman) alerta sobre las implicaciones más amplias de entronizar la IA. Existe el peligro de que la tecnología imponga su propia ideología de eficiencia y cuantificación, redefiniendo la «inteligencia» y devaluando formas de saber, juicio ético y creatividad no medibles. Esta «Tecnópolis» educativa podría erosionar las grandes narrativas culturales y éticas que dotan de propósito a la educación, reduciéndola a una optimización de habilidades. El propio medio modela la cognición, pudiendo fomentar la gratificación instantánea en detrimento de la reflexión profunda. El humanismo en la educación refuerza esta crítica, recordando que el fin último es el desarrollo integral de la persona. Una IA centrada en la eficiencia cognitiva podría descuidar el bienestar socioemocional, la empatía, la creatividad desinteresada y la búsqueda de significado, aspectos esenciales de la experiencia humana que la educación debe cultivar.
Las teorías del pensamiento crítico y complejo (Lipman, Morin) cuestionan si un sistema que ofrece respuestas instantáneas y caminos optimizados realmente fomenta la capacidad de análisis profundo, la argumentación rigurosa, la tolerancia a la ambigüedad y la resolución de problemas complejos y mal definidos, habilidades cruciales en el mundo actual. La IA debería ser una herramienta para potenciar estas capacidades, no para eludirlas. Desde el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), la preocupación es si la hiperpersonalización algorítmica conducirá a una inclusión genuina o a una segmentación sofisticada. Si bien la IA podría ofrecer múltiples medios de representación e implicación, su diseño debe ser intencionalmente inclusivo y flexible, permitiendo a los estudiantes elegir y adaptar las herramientas a sus necesidades, en lugar de ser meramente clasificados y dirigidos por el sistema. Finalmente, los enfoques socioculturales (Vygotsky, Lave & Wenger) subrayan la naturaleza social del aprendizaje. Una excesiva individualización asistida por IA podría debilitar la construcción colaborativa de conocimiento, el aprendizaje entre pares y la participación en comunidades de práctica, todos estos elementos vitales para el desarrollo cognitivo y social. La IA debería usarse para enriquecer la colaboración, no para reemplazarla por interacciones aisladas con la máquina.
En síntesis, la visión de una educación donde la IA asume un papel protagonista, aunque prometedora en personalización y eficiencia, enfrenta serias objeciones desde múltiples frentes pedagógicos consolidados. Su confrontación con el construccionismo, la pedagogía crítica, la crítica tecnológica, el humanismo, el pensamiento complejo, el DUA y los enfoques socioculturales revela profundas tensiones. La exaltación de la IA como directora del aprendizaje amenaza la agencia estudiantil, arriesga perpetuar inequidades, podría imponer una visión tecnocrática y empobrecida de la educación, y descuidar aspectos sociales y emocionales cruciales. Por tanto, el desafío reside en discernir cómo usar estas potentes herramientas sin sacrificar los fines más humanos, críticos, inclusivos y liberadores de la educación.
Dado que la propuesta inicial esboza un futuro de instrucción adaptativa altamente sofisticada, pero se aleja significativamente de un ecosistema educativo verdaderamente construccionista, crítico, humanista, inclusivo y socialmente rico. Un escenario educativo ideal asistido por inteligencia artificial, considerando las críticas de Papert, Freire, Giroux y Postman, no colocaría a la IA en el centro dirigiendo la experiencia, sino que la integraría como una herramienta poderosa al servicio de la agencia del estudiante, la equidad, el pensamiento crítico y las metas humanistas de la educación. En este modelo, la tecnología amplifica las capacidades humanas y pedagógicas, en lugar de sustituirlas o dictarlas. En lugar de seguir caminos predefinidos por algoritmos, los estudiantes utilizarían herramientas de IA como materiales de construcción intelectual y creativa. Podrían usar asistentes de codificación para desarrollar sus propios programas (honrando la visión de Papert), herramientas de análisis de datos para investigar fenómenos sociales o científicos que les interesen, generadores de imágenes o música para expresar ideas, o constructores de simulaciones para modelar sistemas complejos. La IA actuaría como un andamiaje inteligente, ofreciendo sugerencias, recursos o señalando patrones, pero sin eliminar el desafío productivo (la «diversión difícil o dura») ni la necesidad de depuración y reflexión. La personalización se entendería no como una ruta dictada, sino como el acceso a herramientas y apoyos relevantes para los proyectos y exploraciones elegidos por el estudiante.
Lejos de perpetuar sesgos, la IA se emplearía activamente para desafiarlos. Herramientas de IA podrían ayudar a estudiantes y profesores a identificar sesgos en fuentes de información (incluyendo los propios resultados de la IA), a visualizar desigualdades a través del análisis de datos, o a explorar simulaciones que modelen dinámicas sociales complejas desde múltiples perspectivas. Se fomentaría el uso de la IA para amplificar voces marginadas, facilitar proyectos colaborativos que aborden problemas comunitarios reales y promover el diálogo intercultural (alineado con Freire). La alfabetización en IA no sería meramente técnica, sino profundamente crítica, enseñando a los estudiantes a cuestionar quién desarrolla la tecnología, con qué fines y qué valores incorpora. La eficiencia no sería el valor supremo. La IA se utilizaría para liberar tiempo y espacio cognitivo para la reflexión profunda, el debate ético, la creatividad original y la construcción de relaciones significativas (abordando las preocupaciones de Postman). Por ejemplo, la IA podría automatizar tareas rutinarias de búsqueda de información o resumen inicial, permitiendo a los estudiantes centrarse en el análisis crítico, la síntesis creativa y la argumentación compleja. Podría facilitar diálogos socráticos adaptativos o presentar dilemas éticos complejos con múltiples variables para su discusión en grupo. El currículum seguiría nutriéndose de las grandes narrativas culturales, históricas y filosóficas, utilizando la IA como una herramienta para explorarlas de maneras nuevas y más profundas, no para reemplazarlas con habilidades puramente técnicas.
En este escenario, el rol del docente humano se vuelve más crucial, no menos. Los maestros serían los diseñadores de experiencias de aprendizaje ricas y significativas, los facilitadores expertos del diálogo y la colaboración, los mentores del desarrollo socioemocional y ético, y los intérpretes críticos de la información (incluida la generada por IA). Utilizarían la IA como un asistente para comprender mejor las necesidades individuales de los estudiantes (analizando patrones de aprendizaje sin caer en la dictadura algorítmica), para encontrar recursos diversificados, y para gestionar tareas administrativas, liberando así tiempo para la interacción humana de alta calidad. Serían ellos quienes guiarían las discusiones críticas sobre la tecnología y cultivarían la «concienciación» y la ciudadanía activa. El escenario ideal no es uno donde la IA reemplaza o dirige, sino donde aumenta la capacidad humana para aprender, crear, conectar y criticar. Es un ecosistema donde la tecnología está subordinada a los fines educativos humanistas, donde se cultiva la agencia del estudiante junto con la conciencia crítica, y donde el educador humano, potenciado por herramientas inteligentes, sigue siendo el corazón de una comunidad de aprendizaje vibrante y equitativa. Se trataría de una simbiosis reflexiva entre humanos y máquinas, orientada al florecimiento integral de la persona y la sociedad. No será fácil.
CAST. Universal Design for Learning Guidelines version 2.2. CAST, 2018, https://udlguidelines.cast.org/.
CAST es la organización pionera en el desarrollo del marco del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA/UDL). Estas directrices ofrecen un conjunto de principios basados en la investigación neurocientífica para diseñar entornos de aprendizaje que sean accesibles y efectivos para todos los estudiantes, proporcionando múltiples medios de implicación, representación y acción/expresión. Su relevancia en el debate sobre la IA radica en la necesidad de asegurar que las herramientas de IA se diseñen e implementen de manera intencionalmente inclusiva, flexible y equitativa, en lugar de conducir a nuevas formas de exclusión o segmentación.
Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores, 1970.
Obra fundamental de la Pedagogía Crítica. Freire argumenta que la educación debe ser un proceso de «concientización», mediante el cual los oprimidos aprenden a percibir críticamente las contradicciones sociales, políticas y económicas para actuar contra los elementos opresivos. Critica el modelo «bancario» de educación (donde el conocimiento se deposita en el alumno) y propone una educación dialógica y problematizadora. Su pensamiento es crucial para analizar cómo la IA podría reforzar estructuras de poder, ocultar sesgos o promover la pasividad, y para abogar por un uso de la tecnología que fomente la crítica y la transformación social.
Giroux, Henry A. La pedagogía crítica como proyecto de profecía ejemplar: cultura y política en el nuevo milenio. En Teoría crítica y pedagogía crítica hoy: Homenaje a Peter McLaren, editado por Nathalia Jaramillo y Peter McLaren, Biblioteca Nueva, 2009, pp. 87-100. (Nota: Se cita un capítulo representativo, ya que su obra es extensa).
Giroux es una figura central en la Pedagogía Crítica contemporánea. Extiende las ideas de Freire al análisis de la cultura popular, el neoliberalismo y el papel de la educación como esfera pública democrática. Aboga por una pedagogía que conecte el aprendizaje con la acción social y la lucha por la justicia. Su trabajo invita a cuestionar quién controla la IA en educación, qué valores promueve y cómo puede usarse para fomentar la ciudadanía crítica y la resistencia en lugar de la conformidad.
Lave, Jean, y Etienne Wenger. Situated Learning: Legitimate Peripheral Participation. Cambridge University Press, 1991.
Este trabajo introdujo conceptos clave de los Enfoques Socioculturales, como el aprendizaje situado y las comunidades de práctica. Argumentan que el aprendizaje es fundamentalmente un proceso social que ocurre a través de la participación en las prácticas de una comunidad. El conocimiento no es una entidad abstracta que se transfiere, sino algo que se construye y negocia en la interacción social. Su perspectiva alerta sobre los riesgos de una individualización excesiva mediante la IA, que podría debilitar la importancia del aprendizaje colaborativo y la participación en contextos sociales auténticos.
Lipman, Matthew. El lugar del pensamiento en la educación. Ediciones Octaedro, 2016
Lipman fue el fundador del programa «Filosofía para Niños». Defendió la necesidad de cultivar el pensamiento crítico, creativo y cuidadoso (caring thinking) desde edades tempranas a través de la indagación filosófica en comunidad. Su enfoque resalta la importancia de desarrollar habilidades de razonamiento, argumentación y juicio, aspectos que podrían verse comprometidos si la IA se utiliza principalmente para proporcionar respuestas rápidas en lugar de estimular la indagación profunda y el diálogo reflexivo.
Maslow, Abraham H. Motivación y personalidad. Ediciones Díaz de Santos, S. A., 1991.
Aunque no es estrictamente un pedagogo, la teoría de la jerarquía de necesidades de Maslow es fundamental para el Humanismo en psicología y educación. Sugiere que las necesidades básicas (fisiológicas, de seguridad) deben satisfacerse antes de que las personas puedan enfocarse en necesidades superiores como la pertenencia, la estima y la autorrealización. En educación, esto implica atender al bienestar integral del estudiante. Su relevancia en el debate sobre la IA es recordar que la optimización cognitiva no debe eclipsar las necesidades socioemocionales y el objetivo último del desarrollo pleno y la autorrealización del individuo.
Morin, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO, 1999.
Morin aboga por una reforma del pensamiento para enfrentar la complejidad del mundo moderno. Propone siete saberes clave, como enfrentar las incertidumbres, enseñar la condición humana y enseñar la comprensión. Critica la fragmentación del conocimiento en disciplinas aisladas y promueve un enfoque transdisciplinario y complejo. Su pensamiento cuestiona si una IA centrada en la eficiencia y la segmentación del conocimiento puede preparar a los estudiantes para comprender y actuar en un mundo interconectado y complejo.
Papert, Seymour. Mindstorms: Children, Computers, and Powerful Ideas. Basic Books, 1980.
Texto fundacional del Construccionismo. Papert, discípulo de Piaget, argumenta que los niños aprenden mejor cuando construyen activamente artefactos significativos (como programas de computadora con Logo). Ve la computadora no como una máquina de instrucción, sino como un «objeto para pensar con». Su visión enfatiza la agencia del estudiante, el aprendizaje a través del descubrimiento y la depuración («divertimiento duro»). Es la referencia principal para criticar modelos de IA que posicionan al estudiante como receptor pasivo de una instrucción dirigida por el algoritmo.
Piaget, Jean. La construcción de lo real en el niño. Grijalbo, 1975. (Obra representativa del Constructivismo).
Piaget es el padre del Constructivismo. Su extensa investigación sobre el desarrollo cognitivo infantil mostró que los niños no son receptores pasivos de información, sino que construyen activamente su comprensión del mundo a través de la interacción con él (asimilación y acomodación). Aunque no trabajó directamente con tecnología computacional, sus ideas sobre el aprendizaje activo y por etapas son la base sobre la que Papert construyó su teoría. Es relevante para cuestionar modelos de IA que asumen una transmisión directa de conocimiento.
Postman, Neil. Tecnópolis: La rendición de la cultura a la tecnología. Madrid, Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, 1994
Postman ofrece una crítica cultural profunda sobre cómo la tecnología redefine la sociedad y sus valores. En «Tecnópolis», argumenta que la tecnología moderna no es solo una herramienta, sino una ideología que tiende a dominar todas las esferas de la vida, priorizando la eficiencia, la cuantificación y la solución técnica sobre otros valores humanos. Su análisis es fundamental para examinar cómo la IA podría imponer una visión tecnocrática de la educación, devaluando el juicio humano, la sabiduría y las narrativas culturales.
Rogers, Carl R. Creatividad y libertad en la educación. 3.ª edición revisada. Ediciones Paidós, 1996.
Figura clave del humanismo en psicología y educación. Rogers abogó por un aprendizaje centrado en la persona, donde el educador actúa como un facilitador que crea un clima de confianza, empatía y aceptación incondicional para que el estudiante pueda explorar y aprender de manera autodirigida. Enfatiza la importancia del crecimiento personal y las relaciones interpersonales. Su perspectiva contrasta con enfoques de IA que podrían priorizar el rendimiento cognitivo sobre el desarrollo socioemocional y la autenticidad.
Unesco. Informe de seguimiento de la educación en el mundo, 2023: tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién? Equipo del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo [1303]. 2024
DOI: https://doi.org/10.54676/NEDS2300
El informe insta a los países a establecer sus propias condiciones para el diseño y uso de la tecnología educativa, asegurando que esta complemente y no sustituya la enseñanza presencial dirigida por docentes. Entre los puntos clave del informe se encuentra la falta de una regulación adecuada en el uso de la tecnología en la educación, la importancia de utilizarla para mejorar las experiencias de aprendizaje y el bienestar de estudiantes y docentes, priorizando las necesidades del estudiantado y apoyando la docencia. Se subraya que las conexiones en línea no deben sustituir la interacción humana en la enseñanza y el aprendizaje, y que si bien la tecnología puede ser una herramienta educativa valiosa, también puede generar nuevas formas de exclusión digital. Finalmente, se expresa preocupación por la creciente influencia de la industria de la tecnología educativa en las políticas educativas.
Vygotsky, Lev S. La formación social de la mente. Paidós, 1998.
Vygotsky es central en los enfoques socioculturales. Destacó el papel fundamental de la interacción social, el lenguaje y la cultura en el desarrollo cognitivo. Conceptos como la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) —la distancia entre lo que un aprendiz puede hacer solo y lo que puede hacer con ayuda— son cruciales. Su teoría subraya que el aprendizaje es un proceso social mediado. Es relevante para analizar cómo la IA puede funcionar como herramienta de andamiaje dentro de la ZDP, pero también para advertir contra una individualización que ignore la importancia de la interacción social y cultural en el aprendizaje.
Tecno-optimismo: Una perspectiva que enfatiza el potencial positivo de la tecnología, en este caso la IA, para transformar y mejorar radicalmente la educación.
Hiperpersonalización: La adaptación extrema del camino y los recursos de aprendizaje a las características individuales de cada estudiante, facilitada por sistemas de IA.
Tutoría inteligente: Sistemas de IA diseñados para ofrecer asistencia individualizada a los estudiantes, resolviendo dudas, explicando conceptos y proporcionando retroalimentación.
Construccionismo (Seymour Papert): Teoría pedagógica que postula que los niños aprenden mejor cuando construyen activamente artefactos significativos en un entorno de aprendizaje rico.
Pedagogía Crítica (Paulo Freire, Henry Giroux): Enfoque educativo que busca empoderar a los estudiantes para percibir críticamente las contradicciones sociales y actuar para transformar la realidad, promoviendo la "concienciación".
Concienciación (Paulo Freire): El proceso por el cual los individuos, especialmente los oprimidos, desarrollan una conciencia crítica de su situación social y política.
Crítica Tecnológica y Cultural (Neil Postman): Perspectiva que analiza cómo la tecnología no es neutral, sino que impone sus propios valores e ideologías, pudiendo reconfigurar la cultura y devaluar aspectos no técnicos.
Tecnópolis (Neil Postman): Un estado de la sociedad en el que la tecnología se convierte en el sistema dominante, imponiendo sus valores de eficiencia y cuantificación en todas las esferas.
Humanismo: Enfoque educativo que prioriza el desarrollo integral de la persona, incluyendo aspectos socioemocionales, éticos y de búsqueda de significado, más allá de la mera adquisición de conocimientos o habilidades técnicas.
Pensamiento Crítico: La capacidad de analizar, evaluar y sintetizar información de manera objetiva y reflexiva para formar un juicio o tomar una decisión informada.
Pensamiento Complejo (Edgar Morin): Un enfoque que busca comprender la realidad, reconociendo la interconexión y la incertidumbre, superando la fragmentación del conocimiento en disciplinas aisladas.
Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA/UDL): Marco que propone diseñar entornos y materiales educativos de manera flexible e inclusiva desde el inicio para satisfacer las diversas necesidades de todos los estudiantes.
Enfoques Socioculturales (Lev Vygotsky, Jean Lave & Etienne Wenger): Teorías que destacan el papel fundamental de la interacción social, el lenguaje, la cultura y la participación en comunidades de práctica en el desarrollo cognitivo y el aprendizaje.
Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) (Lev Vygotsky): La distancia entre lo que un aprendiz puede hacer de forma autónoma y lo que puede lograr con el apoyo de un compañero más capaz o un adulto.
Agencia del Estudiante: La capacidad del estudiante para ser un participante activo y autodirigido en su proceso de aprendizaje, tomando decisiones sobre qué, cómo y cuándo aprende.
Sesgos Algorítmicos: Las tendencias injustas o discriminatorias que pueden estar presentes en los resultados de los sistemas de IA, a menudo reflejando o amplificando sesgos existentes en los datos con los que fueron entrenados.
Simbiosis Reflexiva entre humanos y tecnología: La integración de la IA en la educación, de manera que humanos y máquinas colaboren y se potencien mutuamente, con la reflexión y el control humano primando sobre la automatización pura.
Etiquetas: IA, Educación, Pedagogía Crítica, Tecno-Optimismo, Futuro del aprendizaje.
Por José López Ponce & Kaira 8 de mayo de 2025