Los imperativos como «Tú debes» y «Tú puedes» representan estructuras fundamentales que moldean nuestra experiencia humana en múltiples niveles. Estos mandatos, explícitos o implícitos, configuran nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo. Estos imperativos funcionan como marcos interpretativos que delimitan posibilidades. El «tú puedes» establece un horizonte de lo posible, mientras que el «tú debes» marca fronteras de lo necesario. Pero también, crean tensiones productivas, entre lo que podemos y lo que debemos se genera el espacio donde habita la libertad humana. Además, organizan la experiencia proporcionando estructura a un mundo que de otro modo podría resultar abrumadoramente caótico.
Más allá de «tú puedes» y «tú debes», otros imperativos condicionan nuestra existencia. «Tú eres», define límites identitarios, estableciendo pertenencias y exclusiones; «Tú sabes», configura relaciones de poder basadas en el conocimiento y la episteme; «Tú tienes», establece vínculos de propiedad y posesión que estructuran relaciones sociales; «Tú quieres», orienta el deseo, canalizando energías vitales en direcciones específicas; «Tú importas», asigna valor existencial, creando jerarquías de significación; «Tú perteneces», Integra al individuo en estructuras colectivas de sentido; «Tú …», «Tú …», «Tú …».
Estos imperativos emergen de diversas fuentes. Tenemos los transmitidos a través de tradiciones, educación y narrativas compartidas; los codificados en leyes, normas y prácticas sociales; o los que interiorizamos como voces interiores que orientan nuestra conducta. Algunos pueden tener base en imperativos evolutivos de supervivencia. Sin olvidar los metafísicos que en tradiciones religiosas o filosóficas se presentan como revelados o descubiertos por la razón.
La tensión fundamental reside en que estos imperativos son simultáneamente: limitantes y liberadores; impuestos y elegidos; universales y particulares; externos e internalizados. Diversas tradiciones filosóficas han abordado estos imperativos. El existencialismo, enfatizando la libertad radical frente a estos imperativos (Sartre), el estoicismo, distinguiendo entre lo que podemos y no podemos controlar; el nihilismo, cuestionando el fundamento último de todo imperativo; el pragmatismo, evaluando los imperativos según sus consecuencias prácticas; la fenomenología, examinando como estos imperativos estructuran nuestra experiencia consciente.
Es posible que la verdadera sabiduría quizás no consista en liberarse completamente de estos imperativos (lo cual podría ser imposible), sino en relacionarse con ellos de manera consciente, crítica y creativa, reconociéndolos como construcciones que, a pesar de su aparente naturalidad, contienen siempre un elemento de contingencia histórica y cultural. Sin embargo, en la nueva etapa de la historia de la humanidad, en pleno siglo XXI, cobra una profundidad particular al considerar las dinámicas específicas en las que estamos sometidos. Esta era no solo continúa tendencias pasadas, sino que introduce rupturas y aceleraciones que someten a una tensión sin precedentes a los imperativos existenciales tradicionales, al tiempo que generan otros nuevos de maneras a menudo opacas. Las fuerzas de la globalización, por ejemplo, promueven un ideal cosmopolita que choca frontalmente con el resurgimiento de nacionalismos y tensiones geopolíticas, creando una profunda disonancia en el imperativo de pertenencia, «Tú perteneces». Simultáneamente, la geoeconomía impone mandatos globales de competitividad y eficiencia, «tú debes», que frecuentemente entran en conflicto con valores personales o comunitarios, mientras que la creciente desigualdad escala el significado y las implicaciones del «tú tienes», exacerbando la brecha entre poseedores y desposeídos a nivel mundial.
Asimismo, la revolución cognitiva y tecnológica en curso transforma radicalmente otros pilares existenciales. El imperativo «Tú sabes» se ve desafiado por la sobreabundancia de información, la proliferación de desinformación y la creciente influencia de algoritmos opacos que median nuestro acceso al conocimiento, cuestionando las fuentes tradicionales de autoridad epistémica. La capacidad humana, encapsulada en el «tú puedes», se expande exponencialmente gracias a la tecnología, pero esta expansión viene acompañada de nuevas dependencias y cuestionamientos sobre quién controla las herramientas que nos habilitan. Incluso la noción del «tú eres» se ve presionada por la cultura digital, que fomenta la construcción performativa de identidades en línea, y por los avances en biotecnología e inteligencia artificial, que podrían empezar a difuminar los límites de lo que consideramos inherentemente humano.
La IA, en particular, emerge como un factor disruptivo clave en este panorama. Su capacidad para automatizar tareas cognitivas complejas plantea interrogantes sobre el valor del trabajo humano y, en última instancia, sobre el imperativo «tú importas», que podría necesitar ser redefinido más allá de la utilidad productiva. Más sutilmente, los algoritmos que gobiernan desde nuestras redes sociales hasta sistemas de vigilancia actúan como nuevos y poderosos emisores de imperativos, dictando de forma implícita qué debemos ver, comprar o cómo debemos comportarnos, a menudo reforzando sesgos y limitando la autonomía sin transparencia. Esto genera también nuevos dilemas éticos que ponen a prueba el «tú debes» actuar moralmente en escenarios inéditos y cuestionan la propia agencia humana, el fundamento del «tú quieres» o «tú eliges», en un mundo donde las opciones son cada vez más filtradas o influenciadas por sistemas inteligentes.
En este escenario de cambio acelerado y complejidad creciente, los imperativos heredados de la tradición, la religión o la filosofía clásica pueden revelarse insuficientes o incluso contraproducentes. Por lo tanto, la propuesta de deconstruir estos términos adquiere una urgencia particular. Deconstruir implica someter a crítica tanto los mandatos antiguos como los emergentes —especialmente los algorítmicos—, preguntándonos por su origen, sus beneficiarios, sus presupuestos ocultos y su validez actual. Pero la tarea no termina en la crítica; requiere también buscar activamente nuevas narrativas. Esto significa el esfuerzo consciente por articular marcos de sentido renovados, quizás centrados en la interdependencia, el bienestar integral, la responsabilidad tecnológica o la revalorización de la conciencia humana, que puedan servir como guías más equitativas, sostenibles y significativas para navegar la existencia en el complejo entramado del siglo XXI. Se trata, en definitiva, de pasar de una recepción pasiva de los imperativos a una participación activa y crítica en la configuración de aquellos que han de orientar nuestro futuro.
Etiquetas: Filosofía, Imperativos sociales, Condicionamiento humano, Contemporaneidad, Deconstrucción
José López Ponce & Kaira, 19 de abril, 2025